Historia de un campamento que ha marcado la forma de vivir de un barrio y una parroquia

El primer campamento de la parroquia San Julián de Cuenca tuvo lugar entre el 1 y el 15 de agosto de 1983 en el Arroyo de la Madera, en Uña. A partir de ahí son miles las historias que se podrían contar sobre él; de momento, contamos ésta.

De este primer campamento, como de casi todos los comienzos, se podría decir, que tuvo sus dificultades o, por lo menos, sus austeridades. Tanto es así que algunos de los que allí estuvieron recuerdan que el suelo estaba en cuesta, por lo que en algunas tiendas de campaña había que hacer tope con cajas de leche para que por la noche no se “rularan” con sus sacos de dormir por la noche.

Las tiendas de campaña eran naranjas y de gran tamaño, hechas de lona y no tenían ni suelo, se utilizaba un plástico, tampoco tenían doble techo. Al ser tan grandes cabían unas 20 personas y en una dormían chicos y en otra chicas. También había otras más pequeñas que se ocupaban por monitores, las cocineras y los acampados más mayores. Estas tiendas naranjas se utilizaron en campamentos posteriores como biblioteca y para guardar el material.

Casi todos los acampados y monitores eran del barrio Fuente del Oro, excepto el jefe de campamento, que era de Madrid porque aún no había nadie con título de director en la parroquia.

La cocina era de leña y hecha con piedras y al aire libre. Comentan que las ollas fueron prestadas por Cáritas y no había neveras, como mucho, una fresquera para no dejar entrar las moscas. Los alimentos perecederos se compraban diariamente en Uña y la fruta se metía en la fuente para que estuviera fresca. Las mesas para comer eran unas tablas sobre unas piedras grandes bajas y la gente se sentaba en el suelo.

Los cacharros se fregaban en el río con musgo y arena, no había duchas y había que bañarse en el río también. El baño eran unas letrinas excavadas en el suelo y tapadas con unos sacos a modo de biombo.

Una de las cocineras de aquellos orígenes recuerda que para hacer la sopa de cocido ponían las gallinas a hervir por la noche y así salía un caldo que estaba buenísimo. Y que solía aparecer cerca de la cocina un lagarto que al final se hizo amigo de ellas.

Entre las decenas de anécdotas y peripecias vividas en aquellos años comentan que una noche hubo una tormenta y de madrugada tuvieron que salir hacia el Cuartel de la Guardia Civil.
De esos primeros campamentos los recuerdos que llegan hasta hoy son de unos días muy familiares y bonitos, de convivencia y es que fueron el origen de algo que perdura hasta hoy en día.

Un campamento que no tenía una sede fija

El campamento de la Fuente del Oro aprendió a vivir aquí y allá, a coger los bártulos y aprender a subsistir donde fuera. Se hicieron campamentos en Uña, Vadillos, Fuente de las Tablas, Casasimarro, entre otros. Normalmente duraban 15 días, la primera quincena de agosto, y había niños de entre 8 y 14 años y luego algunos recuerdan que los jóvenes estaban de campamento móvil con las mochilas y “aparecían de vez en cuando”.

 El sitio cambiaba también dependiendo de donde autorizaran a hacerlo, pero se podía acampar “en cualquier parte” prácticamente si había un río la lado y poco más. La cocina seguía siendo a la intemperie, con bombonas y luego se usaron también las tiendas

  En uno de esos lugares donde se estableció el campamento durante algunos años fue en la Fuente de las Tablas, un bonito paraje de la Serranía de Cuenca. Al principio todavía no estaba construido el albergue hay actualmente, aún se usaba una casa que hay al lado de la fuente y ahí se cocinaba y se tenía el botiquín, no es que estuviera cubierta, pero sí resguardada. Los baños seguían teniendo letrinas en el suelo y había agua fría para todo, duchas o manguerazos incluidos.

 Después el albergue comenzó a construirse,  pertenecía a la Diputación de Cuenca y había que pedir los permisos, y durante el campamento lo que iba habiendo de este edificio se usaba solo de cocina y comedor y alguna vez cuando llovía para resguardarse dentro. Cada año había que presentar los proyectos para esta actividad y pedir los permisos, y esto se hacía a través de la Asociación Los Pinillos.

Preparación y nacimiento de un campamento temático

Recuerdan algunos monitores que en la Fuente de las Tablas simplemente hacían con los niños talleres por edades y luego se les ocurrió hacerlo temático y en torno a eso preparar las actividades. Esto, según las memorias, fue en torno a 1997 y 1998 y resultó muy divertido, aunque la temática implicaba más despliegue para hacer decorados, vestuarios y había que jugar mucho con la imaginación.

Aproximadamente desde marzo o abril se veía quién quería ir al campamento de monitor y se empezaba a quedar para organizar, para ver las actividades, para ir haciendo los decorados, quiénes iban a ser los responsables de cada actividad, esto se iba haciendo encima de una sábana y se iba viendo que el planning estuviera compensado, que el día que hubiera actividades más movidas se pusieran luego otras más relajantes, estaba muy planificado, muy trabajado.

 Sin haber mucha gente titulada, se fue aprendiendo de gente que tenía más experiencia y sobre la propia experiencia de cada año y cada jornada en el campamento. Así se fueron haciendo estas generaciones de monitores, aprendiendo del trabajo. Pero poco a poco se fue viendo la necesidad de que hubiera directores titulados en la parroquia porque incluso algún año se tuvo que recurrir a gente que tenía el título, pero que no era del campamento.

 El campamento como estilo de vida

El campamento ha creado un estilo de vida: trabajar para los demás de una manera altruista,

sentir el cansancio pero con la sensación de satisfacción, saber que los niños siempre son lo primero, intentar siempre reinventarse. Hay otros campamentos, pero tienen una perspectiva diferente.

 Muchos monitores y otros implicados en el campamento reconocen que esas experiencias han marcado totalmente su manera de trabajar y de ser. Se fortalecían como grupo de jóvenes y de adolescentes, la responsabilidad y la adversidad les hicieron ser más fuertes y estar más unidos como grupo y como equipo de trabajo.

La “Escuela de Perpetuo”, pionero de este campamento

Perpetuo fue el germen de la parroquia de San Julián y posteriormente del campamento. Al principio nació con dos objetivos: continuar la catequesis y la vida en parroquia también en verano y ayudar económicamente a la propia parroquia.

 Era una persona muy luchadora, muy trabajadora, intentaba que la gente estuviera unida para sacar todo adelante. También era muy temperamental, pero todo eso hacía que las cosas salieran y cuando en algo decían que no, él insistía hasta que al final salía adelante.

 Él enseñó a trabajar por la parroquia, el barrio y los chicos, fue un pionero. Perpetuo tenía claro que quería educar en el tiempo libre, en la convivencia en el campo, a través de un campamento, tenía unas líneas muy claras de lo que quería para crear parroquia. Enseñó que había que aprovechar los recursos.

 Evolución y actualidad

El campamento ha seguido su curso y por él han pasado monitores, directores, sacerdotes, cocineros, enfermeras, intendentes… Ha seguido cambiando de ubicación, aunque ha vivido varios años en Beteta y Priego antes de asentarse definitivamente en Villaconejos de Trabaque, en el antiguo Monasterio de la Paz.

 Actualmente está formado por cuatro parroquias de Cuenca: San Julián, San Fernando, Nuestra Señora de la Paz y San Román, que se han ido uniendo a este proyecto con el paso de los años. La primera “unión” fue en el año 2003 entre San Julián y San Fernando; posteriormente en 2006 entró también La Paz y en 2015 San Román.

 Cada verano pasan por este campamento en torno a 400 jóvenes no solo de Cuenca, sino de otros lugares, y comparten actividades, juegos y buenos momentos. El campamento se va preparando durante todo el año, aunque los meses previos a él se intensifica el trabajo que luego se desarrolla en varios turnos desde finales de junio hasta principios de agosto.