Este es uno de los milagros, más importantes y que más nos suenan de la vida de Jesús. Además, es el fragmento elegido para esta jornada tan especial de hoy: el Corpus Christi.

En este conocido fragmento nos muestra que Jesús estaba hablando, y había allí unos cinco mil hombres, y ya era tarde. Los apóstoles vieron lo que era un claro problema, ante el que pocas soluciones se nos ocurren. Pues tenemos unas cinco mil personas, cinco panes y dos peces. No hace falta ser muy inteligente, para saber que, con eso, no se puede alimentar a tantas personas. Por tanto, estos apóstoles deciden que sería mejor que se fueran a sus casas, ya que en sus casas tendrían comida, y allí comieran. A cualquiera podría habérsenos ocurrido esta solución. Sin embargo, Jesús propone otra cosa: “Dadles vosotros de comer”. Podéis imaginar la cara de estos apóstoles en este momento. ¿Pero este Jesús? ¿Es tonto? ¿Cómo vamos a hacer eso? Igual el… con sus milagros… ¿Pero nosotros?

Es entonces cuando en este fragmento Jesús realiza algo que tiene cierta similitud con ese momento donde Jesús bendice el pan en su ultima cena, aquí de una manera similar lo hace con los panes y los peces, y de buenas a primeras los apóstoles empiezan a repartir, hasta el punto de que recogen lo que sobra, unos doce cestos de trozos. ¿Cómo puede ser esto? Si pensamos como verdaderos cristianos, es muy fácil, esto es real, esto puede pasar, solo con Jesús.

Por eso este es el fragmento elegido para este día, en que celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y es que, los cristianos en la Eucaristía, tenemos esa suerte que tenían los apóstoles en ese momento. Por medio de la Eucaristía, los cristianos, tenemos a Jesús con nosotros, dentro de nosotros, en COMUNIÓN con Él. Muchas veces a lo largo de la historia, incluso en la actualidad, escuchamos cosas como, es que esto de la comunión simboliza que comes a Jesús, es como comer pan, pero… ¡No! No se trata de un símbolo, se trata de Jesús, al cien por cien, entero, entrando en todos y cada uno de nosotros. Cuerpo entregado por nosotros, y sangre derramada por nosotros, y por todos, para el perdón de los pecados. En esos trozos de pan, encontramos una presencia real, son Jesús entregándose, muriendo, ayudándonos, sosteniéndonos y haciendo todo por nosotros. Y si tenemos a Jesús dentro de nosotros, ese milagro de los panes y los peces, también nosotros podemos hacerlo.

Hoy en día, parece que cuesta más creer en los milagros, porque claro, creemos que sabemos usar muy bien la razón. Sin embargo, quizás no deberíamos buscar tener superpoderes ni hacer cosas fantásticas, quizás un milagro sea hacer sonreír a una persona enfadada, quizás un milagro sea ayudar a quien lo necesita, quizás un milagro es que el mundo sea un poquito mejor gracias a nuestros granitos de arena.

Pues que, allá donde vallamos, tengamos claro que llevamos a Dios, Eucaristía, el real, con nosotros, que, si le dejamos, el obrará en nosotros, y que así la gente podrá creer y ver a Jesús en el mundo.