Día 40 de confinamiento.

Poco a poco la situación, dicen, está cambiando. No sé las cifras de estadísticas. De todos modos, sí sabemos que ocurre en nuestra ciudad, en Cuenca. En estos días, más de 50 seres queridos han sido llevados al crematorio. Cerca de 180 seres queridos más han sido despedidos en el cementerio. En el primero, en los días difíciles, cada día eran incinerados tres (y no más para que aguantase la maquinaria, por llamarla de algún modo). En el segundo, días seguidos con siete, ocho y hasta diez.

Son cerca de doscientos cincuenta historias de amor truncadas, la mayoría de ellas por esta enfermedad que nos sobrevuela. Historias de sanitarios, de sacerdotes, de empleados de supermercados y de muchos oficios más. Pero, sobre todo, de muchos de los que construyeron el mundo que hoy tenemos. Muchos padres y madres. Y la mayoría, además, en soledad o en la más estricta intimidad.

Y, sin olvidar todas estas historias, todas estas personas que hoy ya no están con nosotros, el ritmo frenético de despedidas en esta tragedia sufrida por muchos, sí, ha descendido. Ahora, allí, en el cementerio y al lado, ya casi al ritmo normal, dicen, el que la naturaleza impone en cualquier época del año.

Parece ser que sí. La situación está cambiando. En estas semanas estamos utilizando palabras que jamás pensamos que las utilizaríamos en cualquier conversación coloquial: que si alcanzamos el pico o no, que si escalada o desescalada, que si pandemia en vez de epidemia, que sí…

No importan el vocabulario, por preciso que sea, ni las estadísticas. Por esenciales que se precisen. Lo que importan son las historias de amor que, ahora, siguen estando presentes, siempre sin olvidar aquellas que fueron ya truncadas. Porque estamos viendo que, a pesar de todo, saldremos adelante. Además, no quiere decir que los problemas se acabarán, todo será de color de rosa. Trabajos perdidos por el camino, economías con grandes dificultades para llegar a fin de mes, vacíos en el hogar irrecuperables…

Pero aún así, lograremos superar todo. El hombre siempre lo ha logrado. Y nosotros formaremos parte de esa humanidad.

Poco a poco, la situación está cambiando. Sí. Pero, por favor, no nos quedemos en números. Formamos activamente parte de este cambio. Así que, la solidaridad, la fraternidad, la amistad, el apoyo… en definitiva, el amor de los unos con los otros, que forme parte de este cambio, en todo momento, que todos deseamos que sea real. Y siempre sin olvidar a los que ya no están, que los ponemos en las manos del Señor. Y por los que una vez más, ofrecemos la Eucaristía.