Día 44 de confinamiento.

Creo que es ahora, cuando vivimos una situación difícil, y a nivel mundial, cuando en algunos momentos la duda o el miedo, u otras cosas nos impiden un continuo carrusel de alegría y felicidad, es ahora cuando realmente podemos preguntarnos por nuestra fe. Porque… ¡qué fácil creer en Dios cuando todo funciona, que fácil afirmarlo cuando las cosas marchan como a nosotros nos parece! Pero… ante tanta enfermedad, tanta tensión, tanta muerte que sobrevuela… ¿Dónde está ahora Dios? O, mejor quizás, ¿cómo afirmarlo entonces a ese Dios tan bueno y lleno de amor?

Pero ¡ay!, nos conformamos con reducir la fe a una profesión de ella, y…

Me viene a la memoria aquel encuentro entre Jesús y un padre. Sufría este padre porque sufría su hijo (porque a veces sufrimos más viendo el sufrimiento en alguien que amamos que por nuestro propio sufrimiento). Y cuando Jesús le dijo al padre: “Todo es posible al que tiene fe”, sé que penamos, y con razón, que entonces por qué no nos hace caso con todo lo que imploramos en esta situación, y en todas partes en el mundo. Desde el Papa el en Vaticano hasta esa mujercilla anciana en cualquier pueblo perdido haciendo su rosario por esta dura situación. Miles de misas, en todas partes, ofreciéndose por los enfermos. Plegarias a millones por intenciones particulares. Y mil ejemplos más. Entonces, ¿Es mentira lo que Jesús nos dice?…

Y entonces, las palabras del padre: “Creo, pero ayuda mi falta de fe”. ¡Qué grande su fe, con lo pobre que parecía!

Y es que la fe es difícil, porque la hacemos humana, y la fe no puede excluir los miedos y las dudas. Y por mucho que afirmemos nuestra fe, cuántas veces estos días la dureza de lo que vemos nos tienta para resquebrajar nuestra confianza. Pero es que precisamente la fe tiene que caminar entre miedos y dudas. Pero ella, la fe, ella, no es ni miedo ni duda. Es la confianza de que el Señor está. Sí. Está. Aunque no lo veamos. Aunque no lo entendamos. Incluso aunque nos cueste aceptarlo.

¿Estamos en el mundo de la locura? Pues claro que sí. Y creed es abrirse a la salvación que el Padre nos ha ofrecido en Cristo, Jesús, muerto en la cruz y resucitado.

Nuestra fe, si renuncia al orgullo, si no está segura de sí misma, si se sabe débil, se dejará vencer por la fuerza amorosa de Jesús. Y no perdemos nunca la esperanza de saber que, por muy oscura que sea la noche, amanecerá…