El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. 
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. 
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Supongo que todos hemos escuchado alguna vez este salmo, ya sea en una misa, en un entierro, o quizás en una película. En mi caso es mi salmo favorito, y el otro día lo leía, cuando pasaba por una situación un tanto complicada, y es que, que fácil es leer algo así, suena hasta bonito, pero luego llega el momento de creérnoslo, solo con el primer verso de este salmo, podríamos reflexionar y reflexionar un montón. Este salmo se le atribuye al rey David, el cual de joven era pastor.

¿Cuántas veces nos sentimos agobiados o sobrepasados por una situación que luego resulta no ser para tanto? ¿Cuántas veces tenemos miedo ante una situación un tanto incierta? Pues es muy sencillo, bueno a ojos humanos no, “el Señor es mi pastor”, “nada temo porque tu vas conmigo”.  Que difícil resulta poner nuestra confianza en algo que no vemos, pero que fácil sería si lo hiciésemos. Ante cualquier problema, ante cualquier cosa, ahí está Él, tu pastor, el pastor que ama a todas sus ovejas, y te tiende una mano con una sonrisa en la cara, te invita a permanecer a su lado, no importa la cantidad de veces que le hayas fallado, o que el te haya librado del lobo, y tu no hayas sabido verlo, simplemente, el está ahí, con su vara y su cayado, defendiéndonos, ofreciéndonos una certeza, la de que a si de verdad estamos a su lado, jamás necesitaremos más ayuda. Que a su lado tendremos paz, dan igual las tempestades y da igual todo, él permanecerá a nuestro lado si nosotros queremos.

Pues ahora bien, todo esto, no es cuento bonito que proclamamos una y otra vez sin terminar de creernos, esto es la fe de los cristianos, así que en tus manos esta hacer tuyo este salmo, de ti depende aceptar esta protección y esta ayuda, la mano de Dios ya esta tendida, siempre lo ha estado y siempre lo estará, solo falta una cosa, que tu agarres esa mano, pero no agarrarla con miedo, has de agarrarla como si te fuera la vida en ello, porque solo esa mano es certeza de paz, una certeza de amor, que se consumará en la cruz, y que lo hará sin que tu pongas mucho de tu parte.

Pues que todos sepamos creernos este cuento bonito, que sepamos poner toda nuestra confianza en ese pastor, que nunca desconfiemos de Él y que descubramos que tenemos todo cuanto necesitamos para ser felices, tenemos el amor de Dios.