Llevamos ya tres semanas así. La verdad es que, Jesús, nos cuenta unas cuantas parábolas para descubrirnos la realidad misteriosa del Reino de Dios.

Lo compara con un sembrador, la levadura que fermenta la masa, con el descubrimiento de un tesoro escondido, con la búsqueda de un comerciante para encontrar la perla de las perlas… Muchas imágenes sí, menos quizás la que a nosotros más nos hubiera gustado. Porque el Reino nunca lo presenta como un espectáculo, una cosa ya hecha, que está ahí, a nuestra disposición, solo para consumir. No. Porque en Jesús, el Reino es algo no quieto, no estático, sino que se mueve, dinámico. Aunque luego escuchamos cosas como un tesoro escondido, una perla en un puesto… más quieto que eso… No es solo eso. Es algo más ¿Por qué uno que compra un tesoro, lo que compra es el campo? En la tierra de Jesús, lo que hay en el campo es del dueño del campo, y como el tesoro está en el campo, pasará a ser suyo.

Pero, ¿por qué decimos que no es algo estático sino dinámico? Porque se trata de buscar, de caminar, trabajar, elegir, decidir, sacrificar algo, de comprometerse, de renunciar a algo… y es precisamente lo que muchas veces no queremos hacer, aunque todo sea más fácil.

Centrándonos en las parábolas de hoy: el tesoro escondido y la perla de gran valor. Nos pueden recordar a algunos puntos importantes para nuestra fe. Y un punto importante puede ser el descubrimiento. Porque, ¿no es verdad que muchas veces reducimos lo de ser cristiano a recibir alguno de los sacramentos?

Pues… Jesús dice que tenemos que descubrirlo todavía, y para ello, hay que explorar. Hace falta algo de pasión, que no está hecho, si no se busca, si no se explora, si no metemos pasión a nuestra vida, no vamos a encontrar nada. Y ese algo que se encuentra o es posible encontrar es algo esencial, algo que puede cambiar una vida. No. Algo que puede cambiar mi vida. Si ya soy cristiano, ¿ya lo he cambiado? No. Si descubro algo especial que puede cambiar mi vida, eso, además, me va a llevar a otra cosa, y es otro punto: la elección. Hay que elegir. Hemos encontrado algo, y ¿ahora qué? ¿lo elijo o no? ¿voy a por ello o no? Y en la medida de cómo de grande es ese descubrimiento, así va a ser la elección de radicar. Si uno descubre un tesoro enorme, tendrá que tomar una decisión puede que, hasta dolorosa, al menos aparentemente, porque implicará sacrificio, desarraigo, renuncia. ¿Recordáis la palabra? Encuentra un tesoro y vende todo lo que tiene para comprar el pan. Y si el Reino de Dios es un todo, a este todo hay que estar dispuestos a sacrificar todo lo demás. Es una ocasión única, algo increíble, que no hay que dejar escapar. ¿Qué hacer?

Pero, no se trata de despreciar todo lo demás. Es necesario, simplemente, relativizarlo, darle la importancia que se tiene y subordinarlo a ese descubrimiento. No se trata de cerrar los ojos de lo que hay hasta ahora. Se trata de que hay algo más grande, más genial. Si, la verdad es que es imposible entrar en el Reino sin entrar en una fase de ruptura, renuncia y abandono, aunque debemos entender que eso no implica un sacrificio obligado, un pasarlo mal. Que manía con identificar ser cristiano de verdad con estar atado a sacrificios y normas. El descubrimiento del Reino, si somos capaces de descubrirlo de verdad, desembocará en la alegría. En alegría de verdad y en alegría de poseerlo. La alegría constituye el punto culminante de todas las parábolas.

El discípulo de Cristo no es alguien que ha dejado cosas. Ser cristiano de verdad es el que ha encontrado. No renuncia, sino que encuentra algo de gran valor. Renunciar es solo condición para una posesión mayor, pero no se trata de decir no, porque no encontraremos la alegría. Cristiano no es alguien que tiende al sacrificio o renuncia, es alguien que tiende a la alegría, a la plenitud. Para eso, está dispuesto a pagar el precio correspondiente. Si tenemos las manos ocupadas sujetando algo y descubrimos algo mejor, se deja lo que tenemos en la mano para coger lo que es mejor. ¿Te entristeces por lo que dejas o te alegras por lo que encuentras?

Si dejas una cosa para coger otra mejor, claro que renuncias, ¿pero estamos pensando en la renuncia? Ojalá nos tachen de comerciantes locos, porque somos capaces de dejar un puñado de cristales coloreados por una perla auténtica.