“Abres tú la mano Señor y nos sacias”, decíamos en el salmo. “Abres tú la mano Señor y nos salvas”. Que fácil es venir a Dios pensando en que es todopoderoso y obrador de grandes milagros puede echarnos una mano. Cuando aprenderemos…

Pasamos la pandemia dichosa y: “Dios, arregla esto”. Se nos olvida que nosotros, quizá tengamos algo que ver. Necesitamos trabajo. No podemos pagar la hipoteca. Nos llevamos mal con nuestro hermano. “Dios, arregla esto”. Se nos olvida que quizá, tengamos algo que ver.

Que paciencia tiene que tener Jesús con nosotros. Hemos escuchado en el Evangelio de que se ha enterado Jesús de la muerte de Juan. Lo han asesinado por decir la verdad y mantenerse firme. Quizá esté un poco triste, dolido, quiere estar solo. Busca un lugar apartado, necesita quizá orar, pero la gente se entera de que está cruzando el lago de Galilea. Da la vuelta y cuando llega a la otra orilla buscando un rato para él, allí esta la multitud. Se podría inventar cualquier excusa para, por una vez, no atender a la gente. Nosotros… ¡anda que no nos inventamos excusas cuando no queremos atender! Como si tuviéramos algo más importante que hacer que hacer algo por los demás. Y encima, nos lo creemos. Jesús se pone a curar enfermos y pasa el día con ellos. Se hace tarde y nos encontramos con uno de los dos milagros de la multiplicación de panes y peces. Los apóstoles piden que el pueblo busque una solución para alimentarse. Entonces Jesús dice esa frase: “No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer”

Más excusas. Excusas normales porque encima, pensamos que tenemos razón. Pero los apóstoles les decía que solo tenían 5 panes y 2 peces, ¿cómo les van a dar de comer?

Nosotros somos cristianos ¿verdad? Pues, en este momento aparece la “pre-eucaristía”, aunque no es teológicamente correcto, pero me gusta llamarlo así. ¿Recordáis lo que ocurrió en la Última Cena? Lo recordamos todos los días en la Eucaristía. Una de las plegarías eucarísticas dice: “Jesús, en la víspera de su pasión tomó pan en sus santas y venerables manos”. Y dice el Evangelio: “Tomando los 5 panes y 2 peces”. Y en la Última Cena: “Y elevando los ojos al cielo”. Y en el Evangelio de hoy: “alzando la mirada al cielo”. Y en la Última Cena: “dando gracias te bendijo”. Y en el Evangelio: “pronunció la bendición”. Y en la Última Cena: “lo partió”. Y en el Evangelio de hoy: “partió los panes”. Y en la Última Cena: “y lo dio a sus discípulos”. En el Evangelio de hoy: “y se los dio a los discípulos”.

Solo hay una diferencia, en la Última Cena estaban solo los discípulos, aquí había 5000 hombres sin contar mujeres y niños. En el Evangelio de hoy termina: “los discípulos se los dieron a la gente”. Aunque en la Última Cena acaba diciendo Jesús esto: “haced esto en conmemoración mía”.

Lo de la Última Cena es lo de la misa y eso es para los curas… Entonces, ya excluimos. En la Última Cena, entre otros, se instituye el Sacramento del Sacerdocio. Pues resulta que todos los que estáis bautizados, todos sois sacerdotes. No sacramentalmente hablando. Cuando uno es bautizado es sacerdote, profeta y rey. Seas hombre, mujer, niño, mayor, lo que sea, eres sacerdote. Eres puente entre Dios y los hombres. Estos apóstoles, en la multiplicación de panes y peces, claro que se encarga Jesús de hacer el milagro, pero no coge Jesús le da un cacho a cada uno. No. En esta “pre-eucaristía”, aunque no sea teológicamente correcto, Jesús se lo da a los apóstoles, y los apóstoles a la gente.

¿Por qué quiere Jesús necesitar de nosotros para llegar a los demás? Preguntádselo a él. Hay tantas preguntas sin respuesta… Pero es lo que quiere. Quiere que nosotros seamos puentes entre él y los demás. Fijaros en este detalle. Podemos ser como la gente que va al lago esperando a que vuelva Jesús y nos haga algún milagro y nos solucione las cosas o podemos atrevernos a dar el paso y ser de aquellos que reciben de la mano de Jesús el pan para dárselo a los demás. ¿Qué no sabemos multiplicar panes y peces? Jesús nunca nos pide aquello que no podemos hacer, pero a lo mejor, esa persona que, por culpa de la pandemia, tiene miedo y está acobardada o no sabe encontrar luz… nos necesita a cualquiera de nosotros. Y gracias a él, podemos tener esa fuerza para llevar luz y esperanza al que lo necesita. O esa persona que se encuentra sola y necesita un poco de compañía… podemos decir que la acompañen los demás o podemos acompañarla nosotros. O…

Hay tantas necesidades que podemos cubrir en vez de esperar a que Dios lo solucione o lo solucionen los demás… Porque todos bautizados como somos, cristianos como somos, no solo de carné, estamos llamados a ser puentes entre él y los demás. ¿Nos atrevemos a hacer nuestras esas palabras, que parece que no salen, pero, ahí están: “haced esto en conmemoración mía”?