Hace muchos siglos, para explicarnos el misterio de la Trinidad, se nos clarificaban tres sustancias teológicas, como “3 sustancias en 1 esencia”, “3 personas en 1 sustancia”, o “1 naturaleza en 3 personas”. Pero no penséis que esto es verdad, aun siéndolo. Intentan acercarnos al misterio insondable de la Trinidad, pero Dios, nuestro Dios 1 y Trino, siempre será más. Y es verdad que los credos de los primeros santos intentaban conceptualizar este misterio. Y aún hoy seguimos expresándolos de la misma forma. El credo Nicenoconstantinopolitano ¡pero si hasta su nombre cuesta aprenderlo y pronunciarlo!

Y es verdad que son conceptos precisos y elocuentes si sabes desentrañarlos: sustancia, esencia, transustanciación, naturaleza… Pero no olvidemos que es “misterio”, puro misterio, y divino, por tanto, insondable para nuestra pequeña razón y comprensión. Un misterio de tal profundidad que jamás tocaremos del todo.

¿Entonces? Entonces… quizás sea necesario tener una mínima experiencia de Él. Porque, aunque nos desborda, si hemos conseguido notar su rostro, sentir su presencia, oler su fragancia, no sabremos muy bien explicarlo, pero sabremos que es real.

Porque yo puedo oler la fragancia de las flores, aunque no sepa definirla. Y apreciar una amistad, aunque no sepa conceptualizarla. Y saborear el silencio, aunque no me atreva a explicarlo.

Y siento que Dios es Padre porque me siento hijo suyo. Y siento que Dios es Hijo porque quiso ser como yo. Y siento que Dios es Espíritu porque me siento habitad y animado por su presencia amorosa.

Y busco en la Biblia, y encuentro que Dios crea por amor, por amor forma un pueblo, una y mil veces perdona por amor, y por amor prevé una salvación definitiva, un día, por él…

Y encuentro un Dios que se hace como yo por amor, y por amor anuncia su Reino, y no quiere beber del cáliz que se le presenta, pero que acaba bebiendo por amor. Y por amor redime perdonando.

Y descubro un Dios que anima a la Iglesia naciente, incendiándola de amor en su corazón, apoyándola desde el amor en la persecución, inflamándola de amor cada vez que sus corazones se alejan de él…

Y el intentar “comprender” a Dios se va diluyendo ante la experiencia de su amor… en mí. Y descubro que todos esos términos que intentan explicarme la realidad trinitaria se van, al mismo tiempo que se van diluyendo y esclareciendo al sentir el soplo de su amor.

Y la gloriosidad majestuosa de la divinidad trinitaria se deshace en una íntima ternura entre nuestra alma sedienta del amor de Dios.

Y, tras abandonar todo intento de comprender lo incomprensible, es entonces cuando el misterio del Amor de Dios, uno y trino, se abre por completo a mi pobre y humana experiencia para, de ahí lo importante, dejarme participar, aun a distancia infinita, de la incesante muestra de Amor de mi Dios.