Celebrar la Pascua es celebrar la resurrección, sí. Y una imagen de las que se repiten en este tiempo es la de Cristo resucitado mostrando a los apóstoles, y luego a Tomás otra vez, sus llagas, sus heridas, su pasión.

Pues la verdad es que toda la vida de Cristo podríamos resumirla precisamente en esta imagen del Resucitado, que mostrando sus llagas nos recuerda: «Yo he venido al mundo».

Y es que Jesús no va a anunciar a los suyos una vida sin dolor, sin sufrimiento, no les va a prometer una paz semejante a una fiesta que nunca se acaba. Vamos, que no promete eso de que «si sois buenos no lo pasaréis mal», o «sed buenos para no pasarlo mal». Precisamente les insistirá en que en este mundo pasarán «tribulaciones».

¿Entonces? Pues lo que les muestra es que va delante de ellos en la vida que promete y muestra sus llagas precisamente como el precio que ha debido pagar para marcar el camino del amor. Así, no grita el dolor, pero lo ilumina. No anuncia pequeños objetivos conseguidos día a día, sino la victoria final. No promete que se puedan evitar las llagas, sino que tienen sentido. Muestra la resurrección como representa, sí, pero en una respuesta a la pregunta de la cruz. Es la cruz la que conduce a la resurrección. Aunque… no porque sea obligatoria la cruz, sino lo que ella realmente significa: amor de entrega, amor de pasión, amor enamorado.

¿Este es nuestro Dios, y no otro? Un Dios con heridas. El amor sufre, el amor duele. Pero si es amor, triunfará…

Fuente de la imagen: https://diocesisalmeria.org/las-llagas-de-jesucristo-por-andres-f-rodriguez-quesada/