Hoy es el último domingo del tiempo ordinario, y lo vivimos de la mejor forma, celebrando por todo lo alto la Solemnidad de Cristo Rey. Y, como ya han dicho los niños en la misa de cate, hay muchos reyes, Melchor, Gaspar, Baltasar, … y muchos más que algunos ni conocían. Si les hubiésemos preguntado lo que es un rey, estoy casi seguro de que la mayoría de ellos, habrían dicho que un rey es el que lleva una corona de oro, y el que tiene un trono, y, además, el que manda mucho.  Y sí, razón no les faltaría, lo que ellos no habrían dicho es que el mejor de los reyes es el que lleva una corona, pero no es de oro, sino de espinas. El que tiene un trono, pero no es de terciopelo, ni mucho menos es un trono cómodo, su trono es la cruz. Sí, esa cruz en la que murió. 

En ese momento en el que Jesús quedó colgado de un madero, muchos lo mirarían y pensarían que era un fracasado. Ea, ellos tenían una imagen de un Rey, que Él no representaba. Ellos esperaban un rey que les sacara de todos sus problemas. Un rey que estuviera con la espada en la mano, con un ejército que ganara todas las batallas, un rey mundano. No se dieron cuenta de que el poder de Dios no es ese. El poder que tiene es el del amor. Jesús se hace Rey en la cruz, desde lo más pequeñito y lo más humilde, consigue lo más grande. No es un rey que vino para mandar, sino para servir y amar.

Por todo esto, hoy, como bien ha dicho el Papa Francisco, pidamos a la Virgen María que nos enseñe a reinar en el servir. Aprendamos de ella a entrar desde ahora en el Reino de Dios por la puerta del servicio humilde y generoso.