Homilía. Día 19 de San José

Con qué facilidad se han levantado, a lo largo de la segunda lectura, imágenes de San José con cara bonachona, blancas azucenas acompañándole y con una tierna mirada hacia su hijo pequeño, que no es otro que el Hijo de Dios.

¡Qué fácil es la vida cuando la vida fácil se nos presenta! ¡Qué agradable resulta acercarse al Señor cuando sentimos que su voluntad concuerda con la nuestra!

Pero San José, en vida, es solo José. Un aldeano que contrajo matrimonio con María a quien, en un sueño, un ángel le decía que Virgen y Madre, tenía en su seno al Mesías prometido. Que tuvo que adecentar como pudo una cueva maloliente para que viniera al mundo en tierra lejana a su hogar. Que tuvo que enseñar a caminar, a orar y a vivir a quien era el Camino, la Verdad y la Vida. Que le enseñó a trabajar para poder comer al que se suponía actor de la creación. Que pasaban los años viendo como no había manifestaciones celestiales en torno a su casa por ser habitada por el Santo de Dios, sino las penurias propia de la época buscando el sustento diario para seguir adelante.

Este es el José de verdad, en el silencio de la vida diaria.

Pues bien, podemos quedarnos simplemente con una imagen acaramelada de San José, a quien acudir para pedir y obtener, o podemos buscar su ejemplo para vivir con esperanza cada día, viviendo con ilusión cada momento, aunque a veces esos momentos no entren en nuestros planes y, en definitiva, poniendo nuestro granito de arena en la construcción de un mundo mejor aunque a veces nos cueste entender, comprender y aceptar las situaciones que nos rodean.

El Señor, así como confió en un humilde joven llamado José para buscar su paternidad, confió en cada uno de nosotros para ser fieles a su voluntad, una voluntad de servicio y de amor.

Fuente de la imagen: https://www.udep.edu.pe/hoy/2021/03/carpintero-de-nazaret/