¿Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, nos habrán hecho esta pregunta al decir que somos cristianos? La verdad es que, a mí un montón de veces, y sí, siempre tienes una respuesta preparada, que alguien, algún día, te explicó. A ti te convenció, pero vamos, que tampoco es que la veas muy sólida. Y no hablemos dicha respuesta, en esas épocas de la vida, en las que parece que el mal está más con nosotros.

La verdad, el otro día, una amiga de la parro me sacó el tema, y aunque la respuesta que me dió tampoco solucionó todos mis problemas, con esta pregunta si me encaminó a ello.

Esta persona me dijo que era porque Dios nos enseña a valorar las cosas buenas de la vida, explicaba que sin cosas malas no comprenderemos las cosas buenas.

Por supuesto, me parece una respuesta completamente lógica, sobre todo si creemos en que Dios nos ha predestinado a una misión, y finalmente al acabar dicha misión, ya no eres necesario para Dios.

A mí, al pensar en este dilema, me viene un problema muy presente en estos días, una pandemia, y la pregunta es obvia, ¿por qué Dios permite que esto pase? ¿Es un castigo?

Lo primero, si crees que Dios es amor, Dios no castiga, y precisamente, ahí, en el amor, una vez más está la solución. ¿Y si en una pandemia o en cualquier problema, en vez de enfrentarnos y tener miedo, nos amamos?

Pero no solo por esto, ante todo Dios es Padre, y nos ama, pero el amor no se impone, el amor es libre, por tanto, Dios nos ama libres.

Imagina el típico padre o madre, que le soluciona todos los problemas a su hijo, que ni siquiera deja a su hijo enfrentarse a ellos, todos sabemos que de ahí saldrá un Hijo burbuja.

¿Y nosotros? ¿Queremos ser Hijos burbuja? Yo al menos no. Para eso ya estará la otra vida, en esta nos toca amar y enfrentarnos a nuestros problemas que, por cierto, la mayoría no son sino producto de nuestro egoísmo humano, puede que no sean culpa directa tuya, pero si de tu sociedad, y ahí llegamos a la misión, hacer discípulos a todo el mundo, no se trata de bautizar a todos ni mucho menos, pues en que nos amemos unos a otros conocerán que somos discípulos.

Y además, aunque el no vaya a hacer aparecer “milagrosamente” la solución a nuestros problemas, como buen Padre siempre estará ahí, para ayudarnos y orientarnos. Así que… ¿a qué esperas? Ponte en sus manos, como el barro en manos del alfarero…