Como todas las personas, cada uno de nosotros tenemos días buenos y días malos, unos días se nos hacen largos y pesados y en cambio, otros se nos pasan volando. Pero hay épocas en nuestras vidas en las que los días que llamamos malos, son más frecuentes que los días que llamamos buenos. Esto nos hace sentirnos mal, cansados, agobiados e incluso agotados, sin ganas de seguir; todo suele derivar de problemas o asuntos que se cruzan en nuestro camino y a los cuales no vemos solución, y aún es peor cuando ni siquiera nos dejamos ayudar por la gente que nos quiere. Este tipo de situaciones hacen que seamos personas inseguras, desconfiadas, ya no solo con la gente sino también con Dios. No dejamos de preguntarnos por qué discuto con los amigos, por qué no tengo una buena relación con mi familia, por qué no consigo ese trabajo por el que tanto he luchado…  Son tantas las preguntas que nos surgen que cada vez nos alejamos más de encontrar la solución.

Algo de lo que tenemos que ser conscientes es que no podemos recorrer el camino de la vida solos. No podemos dejar ,por tanto, perder la esperanza y siempre está bien dejarnos apoyar y aconsejar, porque donde nosotros solo vemos oscuridad, siempre habrá alguien que nos dé su punto de vista y consiga encontrar algún rayo de luz. la ayuda más importante que recibiremos vendrá de Dios y por muy oscuro que se ponga el camino tenemos que dejar guiarnos por él. Siempre que me encuentro en una situación como la que aquí describo, no dejo de repetirme en mi cabeza que Jesús es el camino, la verdad y la vida, frase que siempre escuche en mi parroquia. Cuando veo que todo a mi alrededor parece derrumbarse, la Fe y la oración hacen que consiga levantarme una y otra vez y participar en la eucaristía me hace recargar las pilas para afrontar las nuevas semanas. Por todo esto, sé que Dios nos da mucho más de lo que le pedimos y por ello me siento una afortunada al saber que siempre estará dispuesto a caminar conmigo de la mano.

 

 

 

Imagen de: pensadorxcristo.wordpress.com