SEXTA PALABRA:

“Todo está cumplido”

Cierra los ojos. Métete en la escena. Ya no está ni el Skype, ni nosotros, ni tu habitación. Nada. Estás en el Calvario. Sientes el polvo del lugar. La temperatura del ambiente. El viento. Los gritos estridentes de los judíos. Y ante tus ojos, la cruenta escena. Puedes ser su madre, si quieres. Están matando a tu hijo. Si quieres, puedes ser su amiga la Magdalena. Puedes ser el joven Juan, el discípulo al que más amaba. Y entre el dolor, oyes pronunciar a tu Jesús: “Todo está cumplido”. ¿Qué está cumplido? ¿Qué es eso?

               Bueno, pues Jesús, un día, te enseñó a rezar, a dirigirte al Padre. Te enseñó el Padrenuestro que dice: “Hágase en mí tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Otro día le escuchaste, hace más tiempo, decir que su alimento era hacer la voluntad del Padre. Anoche, en el huerto le escuchaste, entre sueño y sueño, decir: “Padre, aparta de mí este cáliz, más no se haga mi voluntad si no la tuya”. También te sorprendiste cuando en la sinagoga, frente a los importantes, les dijo que él había bajado a la tierra a hacer la voluntad del que lo había enviado, de su Padre. La voluntad de salvar a todos los hombres. Entonces, ¿qué es lo que está cumplido? LA VOLUNTAD. Está cumplido el plan de Dios. Un plan para el que no importa el dónde, ni el cómo, ni el cuándo ni el cuánto, ni con quién… No. Lo que importa es el plan. Jesús tuvo una misión. Una misión que cumplió. ¿Cuál es tu misión? ¿Cuál es el plan que Dios tiene para ti?

               Aunque esto… hay que cambiar un poco las palabras, porque tú no es que tengas un plan o una misión, si no que tú eres la misión. Tú eres el plan genial de Dios. Ahora bien, a este Dios ¿le has preguntado cuál es su voluntad para ti? ¿Le has preguntado cuáles son los sueños que Dios tiene preparados para ti? ¿O sencillamente te dedicas a vivir simplonamente y ya está?

               Digamos que hay como distintos grados, de lo general a lo particular. En primer lugar, podemos decir que Dios quiere que todo el mundo se salve. Que Dios quiere que tú te salves. Ese es el plan, la salvación de todos. Ahora bien, ¿tú te quieres salvar?

               Otro nivel, estás bautizado, y tu vocación es la de ser cristiano, es decir, seguidor de Jesucristo, ser su discípulo y vivir como tal en tu día a día. Ahora bien, ¿te gusta ser cristiano o es para ti algo ajeno a tu vida?

               Vamos concretando un poco más, entramos en el plano de la vida de uno mismo. Vida que Jesús no se ha reservado para sí, si no que la crucifica, y el cristiano también ha de crucificarla, ha de perderla, para ganarla. He ahí la paradoja. Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por m, la encontrará. Pues bien, ¿a qué te llama Dios? ¿A qué forma de vida?

               Ya, lo más concreto. Dentro de tu vocación cristiana particular, ¿qué te pide Dios cada día? En medio de lo cotidiano, de lo ordinario, de tu día a día, de esa rutina, ¿qué te pide? Ahora mismo puedes estar pensando: ¡y yo qué sé! ¡Yo no tengo ni idea! Yo no sé qué dice Dios. No. Porque Dios siempre habla. Su espíritu habla cada día, te ilumina cada día. Ahora bien, no busques grandes signos. No busques milagros, ni apariciones, ni éxtasis místicos, ni nada. No. Dios habla en medio de lo ordinario, en medio de lo cotidiano. En lo más normal. Puede que no sepas que te dice, o que no le escuches, pero ¿le has preguntado? ¿Te has parado a preguntarle? Le preguntas cada día: Señor, ¿cuál es mi vocación? Papá, ¿qué plan tienes para mí? No tengas miedo a dirigirte a Dios como papá, que Jesús nos lo enseñó así.

               Dios mío, ¿qué me pides en mi vida? ¿Y qué me pides en el día de hoy? Y una vez que sepas cuál es su voluntad, ¿le vas a entregar tu vida? ¿Te atreves? ¿Quieres perderla por él? ¿Por este Dios que te ama y así ganarla? ¿O quieres “ganarla”, quedártela para ti y no regalársela a Dios? Quizá así la pierdas.

               Vuelve a la escena, al Calvario. ¿Dónde están los seguidores de Jesús? ¿Dónde están los que decían que iban a hacer su voluntad? ¿Te vas a ir también?

               Ahora mira a Jesús, sin apartar la vista, míralo. Porque quien está ahí clavado lo está por ti. Lo está por ti. Niño bobo, mira, todo esto, lo que ha sufrido por ti y por mí, ¿lo lloras? Pues bien, si no te vas, y quieres seguir al pie de la cruz, escóndete en sus yagas y se renovará tu voluntad de recomenzar, cada día, en tu vida cristiana, con mayor decisión y eficacia, con voluntad. Así, cada noche, antes de irte a dormir, y al final de tu vida, podrás decir como Jesús: “Todo está cumplido”.