Pufff… qué agobio… cuántas cosas… no me da tiempo… Seguro que me entiendes, seguro que en alguna ocasión, con todas esas cosas que tenías que hacer, te has agobiado y has dejado que te superen… Pues yo, durante dos semanas, no he dado abasto: estudiar exámenes, entregar trabajos, pasar apuntes, actividades pastorales, preparar catequesis, sacar tiempo para rezar, etc. Estar en una conferencia y estar pensando en la catequesis, estar en la catequesis y con la cabeza en el examen del día de después, estar en capilla y… ¡Qué mal! ¡Qué agobio! Me siento impotente, siento que no llego, que las cosas me superan.

Sin embargo, el otro día, agobiado, en capilla, me dio por alterar mi oración estructurada y me puse a leer el Evangelio; le dejé al Espíritu Santo que fluyera, y vaya que si fluyó. En una lectura, tras los dos relatos de la multiplicación de los panes, vi cómo Jesús me repetía a mí aquellas mismas palabras que les soltó a los apóstoles: “¿Aún no comprendéis ni entendéis?”. ¡Claro! Cuánta falta de confianza… ¡Pero si fiándose uno de Dios las cosas salen! ¡Pero si siempre me han salido bien las cosas cuando me he abandonado en Él! (Supongo que en aquél momento, la escena en la capilla sería, si no graciosa, al menos curiosa: en medio del silencio de mis compañeros, me empecé a reír…). En ese momento, me vino una frase de otro evangelio: “No os preocupéis del mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo: cada día tiene bastante con su propio mal”.

<< ¡Confianza! ¡Abandono! Eso es lo que te pido, Padre, por intercesión de María, en estos días previos a la Inmaculada>>. Puedo asegurarte a ti, que me estás leyendo, que yo, siempre que me he fiado de Dios, las cosas han salido; y, curiosamente, estos días en los que he ido agobiado, al ponerme en las manos de Dios, al encomendarle todos mis agobios, todas esas cosas que me turbaban, que me superaban… han salido.. y han salido bien. ¡Cuánta paciencia tiene que tener Dios conmigo…!

Igual que Jesús se fió del Padre en Getsemaní, así me quiero fiar yo de Él. Uno no se fía de alguien que no conoce, uno se fía solo de aquél que sabe que no le va a fallar. Y yo sé que Dios no me va a fallar, no lo ha hecho nunca. A Él, no solo le quiero confiar mis agobios de cada día, también me quiero confiar yo por entero.

Tú, que me estás leyendo, presta atención: ya que Dios tiene fe en ti, ten tú fe en Él; no te defraudará.