Hace unos días, me paso una de estás situaciones, de las de uno entre un millón, una de esas cosas que casi nunca pasan, y no se trataba de la lotería, era una cosa bastante mala, bueno… para algunos será buena. Una de esa cosas, pues que solo se ven en películas, en series o en libros; una de esas cosas que cuando las ves dices: “menos mal que esto a mí no me va a pasar, porque si me pasase, no se que haría”.

Cuando llegas a una situación así, lo primero que haces es pellizcarte, porque parece broma, pero lo haces, ya que sigues teniendo la esperanza de que sea un sueño y no sea algo real. El problema viene después, al menos en una persona como yo, supongo. Cuando te das cuenta de que ese marrón es real, es tuyo, lo tienes encima y tienes que tirar para delante como sea. Y lo primero que hago es mirar hacia arriba, y decir: “¿por qué me pasa esto a mi?¿No voy casi todos los días a misa?¿No rezo todos los días?¿No dedico suficiente tiempo a mi parroquia?” Piensas en todo esto, y te enfadas, te enfadas muchísimo. De echo, creo que era la primera vez en mi vida, que me enfadaba con Dios. A veces, había oído a mayores decir que se enfadaban con Dios, pero a mi (supongo que como a Pedro en aquella cena) me parecía imposible enfadarme con Él. Y sin embargo, aquí estábamos, bueno… más bien, así estaba yo, porque el no se había enfadado conmigo, al menos eso creo.

Desde muy pequeños, siempre nos dicen, que hagamos bien las cosas, que sino Dios nos va a castigar; que no corráis en la iglesia, que os ve Dios y se enfada; que madre mía como esta el mundo, que si bajase Dios… No se… La verdad… En mi percepción de Dios, pues no entra un Dios enfadado. ¿Te imaginas? Un Dios con las cejas super fruncidas, cabreadísimo, porque hay que ver que malos somos. Es broma, no puedo, me hace gracia imaginármelo, porque para mi es imposible. Entonces llega la vieja pregunta, esa que nos hacen siempre a los cristianos para pillarnos, y si Dios es tan bueno, ¿por qué existe el mal? Pues aunque me ha costado llegar a esta conclusión, supongo que porque no hay cosas ni “buenas” ni “malas”, hay cosas que para unos son buenas, para otros malas, pero las cosas no son, simplemente nosotros las hacemos. Imagino que porque en cierta parte, todo esto de la resurrección, de que estamos salvados, lo vemos como un cuento, como algo que se nos cuenta, para que por lo menos “hagamos como que seamos felices” alguna vez al año y borremos esas caras de seta que tenemos. Pero vamos, que ante cualquier problema, da igual, porque tenemos el mayor seguro del mundo, que Jesús nos has salvado, estas palabras que tanto nos hemos acostumbrado a oír, pero que si las piensas significan tanto.

Todo esto quiere decir una cosa, que Dios ha resucitado, que ha vencido, que Dios en el AMOR venció, y que todo puede salir mal, menos una cosa, algo que venga de Dios, NUNCA, JAMÁS, puede salir mal, habrá que luchar, habrá que pasarlo mal, habrá que sudar y habrá que aguantar. Pero esa es la alegría de los cristianos, que ese problema, cuando Jesús rezaba en el huerto de los olivos, lo cogió, lo agarró y lo bajo hasta lo más hondo para pisotearlo, para subir y venir victorioso y decirnos, eh, que os he salvado, que nunca más vais a tener que preocuparos por nada, que pase lo que pase, de ese problema ya os he sacado.

Pues que no se nos olvide esto tan fácil, que no nos enfademos, y que asumamos que los planes de Dios, aunque no los entendamos, siempre son buenos.

 

 

 

 

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