La palabra central de Jesús: “Sígueme”. Pero, al principio de la lectura, hay una frase que pasa desapercibida: “…Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén…”.

Un gran santo de la Iglesia escribió: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón anda inquieto hasta que descanse en ti”. San Agustín conocía la clave de nuestra existencia, del sentido, de nuestra felicidad, de nuestra paz; en fin, el obispo de Hipona sabía que nuestra plenitud solo podemos encontrarla en Jesús.

Y es este mismo Jesús quien nos sigue diciendo a cada uno (a los discípulos de aquel momento y a los del siglo XXI): “Sígueme”. Pero Cristo no quiere un seguimiento a medias, no quiere unos amigos mediocres, no quiere un compromiso a medias tintas. O todo, o nada.

Dios te invita a poner toda tu carne en el asador, y nunca mejor dicho, porque “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Esta es la ciudad donde se cumple el destino del Mesías: la muerte en Cruz. Jesús te está diciendo que te fíes de Él, que le dejes vivir Su Vida en ti; te pide que no temas a ser cristiano, hijo de Dios, amigo de Jesús, constructor del Reino. Pero tranqui, porque el camino de Jesús no termina en el Calvario de Jerusalén, sino en la resurrección, en la gloria.

En otras palabras, Jesús te está invitando a vivir una vida resucitada. Pero, para que Jesús te vivifique ya en esta vida con su propia Vida, el seguimiento tiene que ser total. A la persona amada no se le da solo medio corazón… A Dios tampoco. No vale tomar la actitud de algunos que son llamados en el Evangelio: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”, o “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero…”. No… O todo, o nada; o le sigues, o no le sigues. Y eso implica abrir todo el corazón, no reservarse nada para Dios, dejar que Dios te libere de todas tus esclavitudes, dejarle sanarte, y fiarte totalmente de Él, de sus modos, de sus tiempos, de sus esquemas, abandonando los propios… Amar a Dios, ser su discípulo, supone dejar el “yo”; o, en palabras de San Pablo, implica lo siguiente: “Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”. ¡Déjale a Dios vivir Su vida en ti! ¡Convierte tu corazón! ¡Atrévete, sé valiente! ¡Déjate transformar y ser más de Dios!

En fin, una vida no es igual con o sin Jesús. Y tú decides cómo quieres que sea esa vida que tienes y que Dios te ha dado. Te sugiero una opción: apostar por Él, jugártelo todo a Él. ¿Y si ganas más de lo que crees?

Sagrado Corazón de Jesús, ¡yo confío en Ti!

Fuente de la Imagen: https://mvcweb.org/dies-domini/bord28dom-anda-vende-todo-lo-que-tienes-y-luego-sigueme/