Llevamos varías semanas ya de Evangelios similares. Alguien se acerca a Jesús y le hace una pregunta, hoy la pregunta es:

“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”

En la sociedad de hoy en día resulta bastante extraño hablar de salvación. La verdad, no se como sería hace unos años, pero ¿Cuántos conocemos, que cuando nos cuentan sus preocupaciones, nos hablan de su salvación? En el mundo actual construimos muchas cosas, desde pequeños, trabajamos por un futuro. Al llegar al cole, nos ametrallan a preguntas acerca de que nos gustaría ser de mayores. Cuando estamos en el instituto, debemos empezar a pensar que ramas cogemos (ciencias, letras, artes…) y luego muchos llegan a una carrera o un grado, donde se preparan para trabajar.

¿Y luego? Luego trabajamos, para ganar dinero, para tener una familia, un coche, una casa y finalmente una jubilación donde no vivamos demasiado mal. Y luego solo esperamos el final.

Pero en todo ese tiempo, pensamos en esa salvación. El que no cree, obviamente no piensa en esa salvación, pero ¿y nosotros? Se supone que creemos en esa salvación, ¿trabajamos por ella?

Claro, no siempre es fácil trabajar para ella, pues hay diversidad de opiniones hasta dentro del grupo de los cristianos acerca de esa salvación. El dilema en realidad es el de este hombre: ¿Se podrá salvar todo el mundo? Recuerdo de pequeño, cuando a mi catequista le hacía esas preguntas, ¿…y si pecas y te mueres? ¿Y si no crees? ¿Y si te mueres sin bautizar? ¿Y si has sido bueno, pero te arrepientes? ¿Y si…?

Jesús hoy nos dice una cosa en esa respuesta a ese hombre. Nos dice que nos esforcemos. Y que ese esfuerzo no basta con creer, que ni siquiera basta con ir a misa, o con cumplir todos los mandamientos. ¡Qué todo eso está muy bien! ¡Que sí! Pero, ¿y nuestro corazón?, a mi me recuerda a esa canción:

“Al atardecer de la vida me examinarán del amor…”

Eso es por lo que por esa puerta no van a entrar todos nuestros bienes, tampoco nuestras misas, tampoco las veces que hayamos confesado o los rosarios que hayamos rezado. Y no quiere decir que todo eso este mal, al contrario, todo eso puede acercarnos a Jesús, a su amor, para poder vivirlo y darlo. Por esa puerta solo entra la persona que ve Jesús, y Jesús mira en nuestros corazones.

No estamos salvados, por supuesto que no. Para ello debemos esforzarnos en el amor, hay que ser luz. Muchos creerán que están salvados, según dice Jesús, y sin embargo acabarán siendo últimos. Pues tengamos cuidado por esa salvación. Trabajemos por ella, la nuestra y la de los demás, desde la libertad, como lo hace Jesús. No dejemos que, en el último momento, nos adelante alguien a quien nosotros consideremos peor. Que nuestro corazón sea nuestra brújula para vivir en el mundo.

Fuente de la imagen: https://truetn.com/alfredodelgador