Posiblemente, los lugares que precisan una atención más especial en estos días sean las residencias de ancianos. Donde viven personas tan vulnerables al virus que nos está atacando. Las noticias que nos llegaban el lunes nos mostraban el drama que se vive en algunas residencias, donde los militares hablaban de haber encontrado a ancianos abandonados e incluso muertos. Algo no imposible en ciertos lugares, pues, el protocolo especial obliga, ante la sospecha de contagio, a no tocar un cuerpo hasta llegar el facultativo y el personal de la funeraria.

Ayer miércoles, tras correrse la voz el martes, un autobús que llegaba a la línea de la Concepción con 28 ancianos contagiados de coronavirus. Con todo su miedo a cuestas, eran escrachado por decenas de personas que no querían que fueran confinados cerca de ellos, para recibir los cuidados que requieren y merecen.

No nos confundamos. Esta tarde queremos recordar a esos cercad e 400.000 ancianos que viven en las más de 5.000 residencias que hay en España. La mayoría llevados por sus familias porque, no pueden cuidarlos como debieran. Y viven muchas veces en una soledad fría y dura. Estos días, encima, esa soledad se ha recrudecido terriblemente porque las puertas, sus puertas, se han cerrado al mundo exterior. Ya no pueden recibir ni siquiera la visita de nadie. Ni tomarse el café que les alegraba un poco la tarde acompañados de su hija o vecino. Y con el miedo de lo que está ocurriendo latente en sus ojos.

Queremos recordar también a esos trabajadores, médicos, enfermeras, auxiliares, etc. que siempre, con mucha carga laboral y poco reconocidos, los limpian, los cuidan, los curan, los animan, y que estos días han debido multiplicarse para darles ese ánimo y esa esperanza frente a la soledad que desde fuera no se lo podemos llevar.

Una hora antes de ese aplauso diario a nuestros héroes de la sanidad, permitidme uno pequeño hacia esos héroes que sufren su confinamiento en las residencias y a los que los cuidan con todo su amor.