Día 39 de confinamiento.

Algunas veces, lo que leo oigo, veo… me desconcierta un poco.

Todos sabemos lo que estamos viviendo pues porque todos lo estamos sufriendo. Aunque es verdad que cada hogar, cada familia y cada persona no lo vivimos exactamente igual.

Mientras tanto, hemos ido pasando fiestas y celebraciones con mucha pena por no haberlas podido vivir (las Fallas, Semana Santa, Feria de Abril, múltiples romerías…) Hay mucha tensión sobre cuándo y cómo podrán llevarse a cabo múltiples actividades deportivas (fútbol, baloncesto, balonmano, europeos, juegos olímpicos…). Se ven peligrar otras fiestas que, al principio lejanas en el tiempo, se van acercando ya en el calendario (el puente de mayo, la noche de San Juan, los San Fermines…)

Son todas, situaciones y celebraciones de marcado carácter social, que mueven a miles, cientos de miles e incluso millones de personas.

Y se intenta consolar advirtiendo que se hace todo lo posible por celebrar muchas de estas cosas cambiando las fechas a ver si es posible, advirtiendo que en el futuro se celebrarán con más ilusión, intentando así minimizar la pena por las suspensiones y la duda ante el futuro incierto de tantas cosas todavía.

Ante todo, ¿cuál es mi desconcierto? Que a veces sentimos como si quisiéramos evadirnos del momento presente que estamos viviendo. Porque siguen siendo cientos de miles los enfermos, decenas de miles los que han fallecido y muchos millones los sujetos a restricciones y confinamiento.

Llegará el futuro. Siempre llega. Y la esperanza nos quiere afirmar la certeza de que esta pesadilla llegará a su fin.

Pero lo que, en un principio no dejó de ser una sorpresa para casi todos tras una fase de incredulidad, y que luego se convirtió para muchos en miedo por lo trágico de la situación, que no se vaya convirtiendo ahora en un esperar a que todo vuelva a la normalidad y nos olvidemos de todo esto, como si hubiera sido solo una pesadilla, porque los fallecidos son de verdad, y los enfermos son de verdad, y la situación es de verdad.

Porque somos nosotros los que debemos hacer y construir el futuro, para hacerlo un nuevo presente de vida y color. Aún tenemos que seguir aceptando y haciendo las medidas que nos proponen para vencer juntos a la enfermedad. ¿Qué necesitamos test y mascarillas para todos? Supongo que al final llegarán. Mientras tanto, y seguros de que un día también los estadios de fútbol se volverán a llenar, las fiestas renacerán y juntarán a las personas y el aire de la tarde nos acariciará en el paso por el campo, pero ahora sigamos cumpliendo cada uno con su cometido, sigamos pendientes de los que más solos y necesitados se sienten, sigamos transmitiendo y compartiendo nuestra fe, nuestra fuerza y nuestra alegría y no dejemos en elevar nuestra plegaria balbuciente por todos los enfermos y por aquellos que ya no están entre nosotros.

Recordad que el futuro no nos viene dado, lo hacemos nosotros. ¡Ojala, salgamos todos más unidos y con una mayor energía para ese mundo mejor que vamos a logar, aunque nos cueste un buen rato de tiempo conseguirlo!.