Día 25 de confinamiento. Miércoles Santo.

Ayer me pasó una cosa curiosa al escuchar a una ministra decir que bueno, el número de fallecidos no debe variar mucho con el que hemos comentado. Me chocó porque, a veces, da la sensación de que hablamos de estadísticas y números, y no de personas, sentimientos, de vacío doloroso. Porque es de la vida de lo que estamos hablando estos días, y nuestra lucha es desde la vida, y nuestras aptitudes desde la vida. Y la vida es algo más que números y estadísticas. Supongo que quien más sufre, además de las familias que están afectadas, son esos trabajadores de los hospitales, sobre todo. Bueno, esta tarde queremos leer una carta que recibieron en el hospital de Cuenca de una persona. La carta dice así:

«Queridos y queridas compañeras de una planta del hospital. Gracias por haber sido la familia de mi padre durante este tiempo. la de mi padre y la de un montón de personas que estoy segura de que sienten la misma apabullante gratitud hacia vosotros. Gracias por vuestras sonrisas y buen trato a pesar de tener el mundo encima. Gracias por vuestra paciencia infinita cambiándoos el traje de superheroínas un millón de veces para protegernos a todos. Gracias por conseguir que siguieran respirando y por no soltarles la mano a los que no lo consiguieron. Gracias por hacerles agradable el infierno en el que se encontraban y enseñarles el camino de vuelta. No sé si será posible que la sociedad os devuelva algún día todo lo que habéis sacrificado para luchar en esta situación de mierda. Pero desde luego, quiero que sepáis que, para los que tenemos alguien allí, y estamos en casa, impotentes, lo habéis hecho todo, y tendréis nuestro reconocimiento y agradecimiento para siempre».

Es un poco el sentir de mucha gente. Pues desde aquí, junto a los aplausos de las 8, gracias.