Este martes pasado asistí a las Confirmaciones de la Parroquia ya que mi preciosa hermana se confirmaba. Me pidió que fuese su madrina y esto me hizo reflexionar un poco sobre este Sacramento.

Para muchas personas este Sacramento es tenido por un Sacramento menor, no se le da la misma importancia que a otros Sacramentos, como Bautismo o Matrimonio.

Claramente esto no es así. Por una parte toda acción de Dios sobre nosotros para nuestra santificación y salvación es igual de intensa. No olvidemos que los Sacramentos son signos de la acción de la Gracia Divina.

Pero además la Confirmación es el complemento imprescindible para la culminación de la iniciación cristiana. Si el Bautismo nos limpia del pecado original y nos une a Cristo y a la Iglesia, la Confirmación nos unge como cristianos y nos hace recibir al Espíritu Santo, que nos guiará en el desarrollo de nuestra vida como cristianos maduros.

Cierra un ciclo y nos guía en el siguiente a través de los Dones que el Espíritu Santo nos concede todos los días.

Recuerdo del día de mi Confirmación. Recuerdo el vestido que llevaba, que la madrina fue mi tía, que estaba el Señor Obispo y que decía que sí a todo lo que Jesús nos ha enseñado y actuar tal y como hizo él. Las mismas promesas que acababa de decir mi hermana. Pero este martes, quizá por ser su madrina se me abrieron más los ojos al ver a esos jovencitos y lo que estaban prometiendo cumplir. Me di cuenta de la importancia que tiene también el papel de quien te guía, del Espíritu que nos ilumina en ese día y el resto de los días del camino, que nos acompaña ahora y siempre y nos hace poder tener en el corazón todo lo que el Señor nos enseñó, entenderlo y darnos la fuerza para caminar juntos hacia Él, para ser mejores personas, para hacer el bien por donde quiera que vayamos. Que el Espíritu Santo nos ilumine.