En este mes de febrero, la parroquia reza por los enfermos.  Y para acercarnos, como cristianos, a ellos, le hemos hecho una entrevista a una persona que los cuida muy de cerca. Una enfermera.

¿Cómo es tratar con enfermos desde la figura de los Cristianos?

Esta es una forma bastante delicada porque tratas a los enfermos, yo por ejemplo pertenezco a los franciscanos de Cuenca seglares, y lo que intento es darme a cada persona con la que trato y a la que en ese momento estoy atendiendo. Entonces mi religión, no es que me obligue, pero si me hace o me ayuda a tener en cuenta ciertas cosas que a lo mejor otras personas no las tiene.

¿Cuál es tu experiencia con el enfermo, positiva?

A nivel personal, mi experiencia con el enfermo siempre me ha enriquecido siempre ha sido muy positiva y descubres muchas cosas. Los enfermos responden siempre en la medida que tú des, te dan ellos a ti. Las personas pueden cambiar a lo largo de que las vas conociendo. De hecho, a mí se me suelen dar bien las personas difíciles.

¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles de tu profesión?

A veces ves cosas tan duras que te es difícil no emocionarte, cuando los ves o las situaciones en las que viven por las situaciones familiares difíciles. A mí me gusta mucho hablar con ellos porque soy muy habladora, y yo me iba por ejemplo en gine a hablar y llorar con ellas porque muchas no habían podido llorar de la angustia que llenaban y era una liberación, lo necesitaban, a veces es que ni pueden llorar y te necesitan solo para eso. Poder ayudar a alguien simplemente porque necesite llorar es positivismo. Hablando y estando, hay gente que está muy sola. Pensar en ellos es primordial y en sus situaciones, más que en uno mismo.

¿Cuál es la diferencia entre tratar con enfermos que son más jóvenes o ancianitos?

Es muy grande, ya que trabajar con los mayores para mí es muy duro, muchas veces ves todo lo que sufren y a lo mejor tienen algunos 90 y tantos años y ves una agonía hasta que se mueren, es muy duro. Piensas en tus padres… Eso por ser mayores y los pequeños por ser pequeños. Porque son tan frágiles, por ejemplo cuando operaron a mi hija de una fuerte apendicitis, le decía a Dios: “si te la quieres llevar pues llévatela, mía no es”. Sin embargo, los casos graves que más me impactan son los de la franja de edad intermedia, ya que no te esperas diagnósticos tan complicados. Por otro lado los enfermos que más me han calado han sido los jóvenes de psiquiatría, fue muy duro, pero como iba de la mano del señor y decía Señor mío cuídalos y todo iba mejor.

¿Qué consejos les darías a la gente para ayudar a los enfermos?

Opino que la clave es simplemente escucharlos con el fin de que se desahoguen y si se puede hablarles de Dios, decirles cosas bonitas de Dios (por ejemplo, en mi trabajo, si no hago esto, al final caigo en una rutina, que consiste en poner la medicación y no tener ningún trato con ellos). Todo esto con cuidado, ya que tampoco puedo pretender que todo el mundo crea en Dios. Pero, todo con respeto sí puedes ir conociendo al enfermo día tras día y saber al que le puedes hablar de Dios y al que le puedes hablar de Dios, pero indirectamente. Hablar, y pasar tiempo escuchando, es lo más bonito.

Y, para rematar, ¿cuál es tu actitud cuando vas a trabajar?

Cada vez que voy a empezar el trabajo rezo el Rosario, rezo por mis enfermos, porque no sé con lo que me voy a encontrar. Sobre todo, cuando voy a un sitio que no conozco digo: “Ave María dame puntería”. Y con la única preocupación de servir al que tenga a mi lado con una sonrisa entre los labios para no provocar agravio, como dice mi padre.