Estos días esperábamos, desde la Hospitalidad, estar en Lourdes. Estos días queríamos acompañar a nuestros enfermos al encuentro con María. Estos días queríamos poner a los pies de la Virgen, en la gruta de Massabielle, nuestras intenciones.

Sí, estos días, un año más, esperábamos que fueran especiales.

Pero aquí estamos, a 600 kilómetros del objetivo de nuestra peregrinación.

¿O quizás no?

¿O quizás este año nos sirva para aprender algo más de nuestra pobre fe?

Porque, quizás, no podremos acompañar a nuestros enfermos al encuentro con María, pero sí que podemos acompañarlos, ahora y siempre, en nuestros hogares.

Y, quizás, no podremos beber y lavarnos con esa agua que brota del manantial, pero sí que podemos saciarnos, ahora y siempre, del agua viva que es Cristo. Jesús en la Eucaristía.

Y, quizás, no podremos poner a los pies de la Virgen nuestras intenciones en la gruta de Massabielle, pero sí adentrarnos en nuestro interior, quizás podamos descubrir que nuestro corazón tiene forma semejante a la cueva donde, aquel 11 de febrero de 1858, Bernardita vio a María y rezaron juntas. Y, entonces, descubriremos que también aquí podemos rezar con María, en nuestro corazón, y presentarle nuestras intenciones.

Y pedirle por Ana, esa mamá que hoy es operada porque queremos que se salve del cáncer que quiere maltratarla. Y por tantos y tantos enfermos que necesitan su mano de Madre, su mirada de ternura, su presencia de amor.

Y pedirle por Julián, a quien hoy hemos despedido de este mundo, para que goce con ella en el cielo. Y por tantos y tantos que amamos y que ya no están con nosotros, que esperamos que con María sean infinitamente felices en el cielo.

Y pedirle por Alba, Nerea, Miguel y todos esos jóvenes que se están examinando estos días para seguir estudiando y ayudar a construir un mundo mejor. Y por tantos y tantos que tienen pequeñas intenciones, pero que para una Madre y María lo son y siempre serán importantes porque cuando alguien es amado, todo en él lo es. Y el amor lo puede todo.

Abramos nuestro corazón a María. Ahora y siempre. Que sea de verdad esa gruta donde unirnos a María en oración. Y, con ella, colaboramos en el maravilloso milagro de vivir en el amor.