“No tengáis miedo”. Repitiéndose una y otra vez… “No tengáis miedo”. Eso es lo que Jesús les decía a los apóstoles. Y, si esto se lo decía una y otra vez es porque les advertía que hasta, incluso podían encontrar la muerte, pero les insistía: “No tengáis miedo”. Y, ¿la razón? Porque Dios Padre estaba con ellos. No era porque no les fuera a pasar cosas malas… No. Era porque Dios Padre estaba con ellos. Y porque tenían que anunciar la alegría del Reino en medio del mundo, y eso no se puede hacer desde el temor. Hoy, somos nosotros los que, escuchando a Jesús, tenemos que transmitir la alegría del Reino en medio del mundo. Y no digáis que no hace falta, con todo lo que estamos viviendo. Pero ¿quién nos va a creer si no nos ve vivir con alegría y confianza? Tenemos que hacerlo, y no es tan complicado. Ya no tenemos que aplaudir desde nuestras ventanas, sino utilizar nuestras manos para dar, compartir, acompañar. Ya no tenemos que estar solos y encerrados, sino en busca de los demás, y abiertos a la luz del día. Ya no tenemos que estar sin saber que hacer, inventándonos cualquier cosa para salvar el aburrimiento, sino buscar con quién caminar, con quién compartir nuestros pasos, disfrutando del calor del sol o de la luz tenue de la luna. Ya no tenemos que vivir sorprendiéndonos de que la vida parece seguir sin nosotros, sino que nosotros tenemos que vivir la vida, haciendo sorprenderse a los demás de lo hermoso que es disfrutar. No. Ya no tenemos que vivir en el miedo, ni tampoco dejarnos llevar por la rabia o desesperación. O creer que las cosas dejan de tener sentido, o que parecen abocadas en convertirse en cenizas. No. Tenemos que hacer entender a los demás la alegría de enfrentarnos a la vida con valor. Que sepamos y sepan dejarse llevar por la tranquilidad y esperanza. Y creer de verdad que la vida, a pesar de todo lo vivido, tiene sentido. Y tenemos que lograr que, tanto las cosas, como nuestros actos se vean abocados a un autentico fuego abrasador de amor. ¿Cuántas veces habremos insistido en que no tenemos que esperar sentados a que nos resuelvan las cosas y que nos venga este nuevo mundo maravilloso? No. Nosotros, llamados por el Señor, somos los encargados de llevarlo a cabo. No nos vienen las cosas hechas, las hacemos nosotros. Y esto es lo importante, que el Señor confía en nosotros y nos pide: “No tengáis miedo”, porque el Padre Dios, que nos ama, nos acompaña.