Probablemente, el mayor de los milagros realizados por Jesús. Un muerto ya de cuatro días, que es devuelto a la vida con solo una palabra. Y el hecho ocurre a las mismas puertas de Jerusalén, delante de numerosos testigos y hostiles, muchos de ellos a Cristo. Es, además, este milagro, un suceso que lleva consigo tremendas consecuencias. La fe para algunos. La muerte para Jesús. Pues va a ser la gota que llena el vaso de la cólera de sus adversarios.

Curioso, sí. Escuchamos este Evangelio en medio de la vorágine del coronavirus. Y los cristianos sabemos que, con solo una palabra, Él podría acabar con esta pesadilla. Y muchos testigos de esto, hostiles a la fe cristiana, aprovechando para dejar claro que es imposible que Dios sea Dios. Si lo fuera, esto no lo permitiría. Y quizás, dicho también por muchos cristianos.

En el fondo es lo que Marta depositará a Jesús. Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Y luego, también María, las mismas palabras. Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Cuando se lo dijo, se echó a llorar. Ya solo llorar. Un llano contagioso que emocionó también a todos los presentes. Como el llanto, a veces, silencioso, a veces esplendoroso, que escuchamos y sentimos estos días en tantos familiares. Un llanto contagioso que nos emociona al calar en nuestros corazones. Y Jesús, tras sentir a María también se conmovió. También se estremeció. También se echó a llorar. Pero no. No llora por impotencia como nosotros que nos sentimos vencidos por la muerte. Él llora porque lloramos. Porque el amor es así.

Y luego él sí claro. Quitad la piedra. Lázaro, sal ahí fuera. Todo el milagro. Ha resucitado, ya está Lázaro otra vez. Y puede andar. Y tras el milagro, nada más. Nada escuchamos de la alegría de las hermanas. Nada dijo o callo. Nada de lo que luego hizo Cristo Jesús. Se cierra así la información sobre el tremendo misterio de la muerte vencida.

Y sí, ya empiezan también a salir personas curadas del hospital. Y gente en cuarentena que ya la ha acabado también. Tras ir preguntando por unos y por otros, ya la vida sigue. Pero, me atrevería a decir una cosa de aquel impresionante milagro de la resurrección de Lázaro. Que, el verdadero y más profundo milagro de aquel día, más que la misma recuperación de la vida terrena, Lázaro un día volvería a morir. Fue el encuentro de Lázaro con Cristo. Ese Cristo que ya nunca saldría de su corazón. Y sabéis, un milagro, una fortuna que cualquier creyente puede encontrar.

Si todos fuéramos capaces de vivir una segunda y verdadera vida como debió de vivirla luego Lázaro, el coronavirus, ojalá no sea un obstáculo, sino un trampolín para encontramos con aquel que dijo: «yo soy la resurrección y la vida». Y sepamos decirle, como Marta, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.