Homilía. VIII Domingo de Tiempo Ordinario

Insiste mucho la primera lectura en que las palabras muestran quién es una persona: «No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona»; y «la palabra revela el corazón de la persona». Y, si aderezamos ese contenido con las últimas palabras de Jesús en el evangelio: «de lo que rebosa el corazón habla la boca», pues parece que debemos ratificarnos en lo importante que son las palabras que decimos, ya que dicen quiénes y cómo somos.

Pero no nos equivoquemos, la palabra no es simplemente los sonidos que pronunciamos, palabras que decimos, conversaciones que mantenemos. La palabra, para el mundo oriental, es algo sagrado que dice realmente de la persona. Sí será importante, que la Palabra de Dios hizo el mundo, y su Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.

Quizá en nuestro mundo actual el poder de la palabra no lo valoramos en igual medida. Quizás, hoy, las palabras son simplemente eso, palabras sin más.

Pero Jesús no quiere dejar pasar la oportunidad de dejárnoslo muy claro. Y por eso advertirá que «no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto, porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos».

Es muy sencillo: para el mundo oriental la palabra y las obras van unidas. nosotros, en cambio, no nos importa mentir, juzgar, chismorrear, criticar, insultar… Pero… ¡Ay! ningún corazón bueno haría ninguna cosa de esas, ninguna. Y por eso Jesús añadirá que «el hombre bueno de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el hombre malo, de la maldad saca el mal».

Y eso, entonces, quizás nos haga entender que lo que nos dice, por ejemplo, la Palabra de Dios, sabe que «no elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona», significará que no juzgues a una persona hasta que no la veas obrar, porque ahí es donde descubres cómo es. Pero tampoco. No.

Jesús precisamente insiste en que no debemos juzgar nunca, porque, antes de ver la mota en el ojo ajeno, debemos descubrir y sacarnos la viga que hay en el nuestro.

Dicho de otro modo: un manzano siempre dará manzanas, y un naranjo siempre dará naranjas. Y el manzano no criticará al naranjo por no dar manzanas, ni el naranjo criticará al manzano por no dar manzanas. Cada uno se ocupará, simplemente, de dar su fruto.

Y nosotros, en vez de ver si los otros hacen una cosa u otra,, hablan de un modo u otro, piensan como nosotros o no, simplemente tenemos que cuidar que lo que hay en nuestro corazón es bondad y misericordia, y os aseguro que nuestros frutos siempre irán cargados de bondad y misericordia. Siempre. Porque el fruto revela el cultivo del árbol, y el hombre bueno siempre, de la bondad que atesora en su corazón, sacará el bien.

Fuente de la imagen: https://www.ecologiaverde.com/plantas-angiospermas-que-son-caracteristicas-y-ejemplos-2178.html