La Navidad forma ya parte del ayer que pasó. Quizás queda algo de nostalgia, junto a las promesas que nos hacemos para el nuevo año. Pero ya pasó… ¿seguro?

Cada día tenemos mil y un momentos de Navidad. Porque Dios nace en cada corazón que se abre a los demás. Y nace en cada sentimiento de paz ante el asombro de los detalles de la naturaleza. Y nace con cada hijo de Dios engendrado en el seno de su madre. Y, sobre todo, nace en cada Eucaristía. Nos dice la Teología que revivimos el sacrificio de Cristo en la cruz. Vamos, que es una actualización de su pasión, muerte y resurrección. ¡Y de su navidad! ¡Su hacerse carne! Si, se hace visible, tangible. Misterioso misterio. Como todo en él. Pero así es: entra en la dimensión humana del espacio y el tiempo para hacerse en y con nosotros. Imposible de entender. Pero una pista nos deja: es misterio… de amor. Porque por amor vino al mundo; y por amor nació pobre en Belén; y por amor se dejó bautizar en el Jordán; y por amor habló, compartió, curó, acompañó; y por amor fue condenado; y por amor murió. Por amor…

Jamás podremos entender a Dios. No lo sería, si así fuera. Pero una cosa está clara: su inmenso e infinito amor hacia nosotros es tan real como la luz que nos ilumina cada amanecer.

Y, claro, el amor venció; y el amor resucitó. Y es ese amor el que nos acompaña en cada momento, de cada día, si lo queremos percibir. ¡Qué gozo que sea así nuestro Dios!

Fuente de la imagen: https://deuscaritasestsite.wordpress.com/2016/11/15/jesucristo-el-amor-de-dios-encarnado/