Según la definición de la Real Academia de la Lengua la palabra parroquia es: “Iglesia en que se administran los sacramentos y se atiende espiritualmente a los fieles de una feligresía “. Como vemos en su explicación además de hablar de la parte material y física destaca la parte intangible y espiritual de la palabra, y es que una parroquia es algo más que sus ladrillos, algo más que cuatro paredes. Es un sitio, ( o eso siempre he pensado yo) donde poder encontrarnos con Dios y con nuestros hermanos, independientemente de si sabemos sus nombres o no. Cuantas veces he ido a la iglesia y al cruzarme con alguien no sé ni cómo se llama, pero le he visto tantas veces en misa que es como si fuera de mi familia, basta con un saludo o un gesto de la cabeza para saber qué esa persona es tu hermano.

Hace tiempo oí a un sacerdote hacer unos comentarios sobre la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25). Si recuerdan es esa parábola donde las vírgenes están esperando a que llegue el esposo y como tarda las necias se quedan sin aceite para sus lámparas, mientras que las prudentes se previeron del suficiente para no quedar a oscuras. Este sacerdote comentaba que nosotros durante nuestra vida también tenemos que estar preparados para la llegada del novio, por lo cual debemos ir recogiendo aceite para evitar que nuestras lámparas se apaguen. ¿Dónde podemos hacer esto? ¿En que lugar podríamos recoger aceite? Pues ese lugar está en las parroquias. Cada vez que vamos a una parroquia, nos acercamos al Señor. Cada vez que nos acercamos al Señor, recogemos un poco de aceite.

El otro día en misa, en el salmo responsorial recitamos la frase: “Una cosa pido al Señor, habitar en su casa” (Salmo 26) y esa frase me hizo pensar en un par de cosas. Lo primero que te viene a la cabeza es que la casa del Señor a la que se refiere es el cielo y por tanto esperamos habitar en él algún día. Pero también es cierto que mientras estamos en este mundo la casa del Señor es la Iglesia ( y sus parroquias) y por tanto ir a la iglesia es un poco como gozar anticipadamente de ese cielo que un día esperamos alcanzar. Alguna vez he pensado que el mundo es como una gran casa que recibe la luz del sol, que es Dios. Durante el día toda la casa está iluminada y puedes ver y moverte por ella sin ningún problema, pero hay sitios especiales donde la luz es más brillante. Si te acercas a una ventana verás que la luz es más intensa y sentirás más calor. Las parroquias son como las ventanas de este mundo, un sitio donde puedes sentir más cerca la presencia de Dios, donde es más fácil abrirse a Él, donde puedes hablarle como a un amigo, por eso:

Si te encuentras triste….

Si tienes dificultades….

Si estás alegre…

Si todo te va bien…

Acércate a la parroquia y cuéntale lo que te pasa al Señor, porque Él siempre escucha tus problemas y se alegra con tus alegrías.

Por último quisiera aportar una frase de San Juan Crisóstomo que resume de manera perfecta lo que he querido torpemente expresar en estas reflexiones: “ No puedes orar en casa como en la iglesia, donde son muchos los reunidos, donde el grito de todos se eleva a Dios como un solo corazón. Hay en ella algo más: la unión de los espíritus, la armonía de las almas, el vínculo de la caridad, las oraciones de los sacerdotes “.