Cuantas veces nos habremos parado a pensar sobre nuestra función en la vida, si habremos acertado con la carrera que estamos estudiando, si el trabajo que tengo podría ser mejor, si he acertado con las decisiones que he tomado, si son las adecuadas por mucho que me gusten o no, y la verdad que por muchas vueltas que les damos no encontramos muchas respuestas. La oración en estos casos puede ser nuestra gran aliada pero, al fin y al cabo, la incertidumbre de que pasará al final, la verdadera realidad aún están por llegar.

Pero, y entonces… ¿Qué hacemos aquí?, ¿Da lo mismo tomar una decisión que otra?, pues no ni mucho menos debemos tomar decisiones inadecuadas, si es cierto que cabe la posibilidad de equivocarnos, forma parte de nosotros mismos, pero siempre debemos tomar la mejor decisión que podamos, sobre todo aquellas en las que no solo somos nosotros los afectados, sino también cuando hay más gente a nuestro alrededor. Y, por otro lado, cuando formamos parte de la vida, tenemos muchas funciones, aunque a veces, por desánimo, por perder la alegría, etc. nos sea difícil encontrarlas. Una función que a mí personalmente me alegra cuando la hago, es cuando ayudo a alguien que no conozco de nada, igual es por la calle, en el centro de salud o en el supermercado, sobre todo porque a todos nos puede ocurrir que en un determinado momento, necesitemos ayuda y a mí me da mucho apuro pedir ayuda sobre todo porque pienso que estoy molestando y ver que alguien con su buena intención quiere ayudarme sin recibir nada a cambio, es reconfortante, por ello sigo el ejemplo de toda esa gente que en algún momento ha sido bueno conmigo. Esto a grandes rasgos es lo que hacemos cuando, ahora que se acercan fechas en las que todo se tiñe con el espíritu de la navidad, llevamos comida a las campañas de recogida de alimentos o de juguetes para que todos los niños sigan con la ilusión de recibir los regalos de los reyes magos, porque yo pienso que, si me encontrase en esa situación, alguien seguro que me ayudaría y por qué yo no voy a ser humilde de dar lo que tengo a los demás.

Y por supuesto otra cosa que adelantaba antes, no solo se puede ser pobre de lo material, también se puede ser pobre de corazón, y la forma de no serlo es abrazando la oración, sobre todo cuando la usamos para pedir por los demás, por todos aquellos que igual no tienen una parroquia a la que acudir o piensan diferente, para que de alguna manera sientan que nuestro Padre, nos cuida y nos quiere.

 

 

 

 

 

 

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