Y con este pensamiento fue como empecé yo este curso con el cual finalizaba otra etapa. Los que ya han pasado por ciertos momentos nos dan su propia perspectiva y en este tema suele ser negativa, sin embargo, yo sabía que saldrían muchas cosas buenas de él y no me equivoqué. Este año en general ha sido duro para todos, pero a parte de la situación común, a cada uno le ha afectado en un ámbito diferente de su vida personal. El hecho de que Dios no intervenga siempre inmediatamente para resolver las cosas del modo en que querríamos, ¿nos inquieta verdad? A mí concretamente me pilló en esta situación y al principio no sabía como llevarlo, así que sin pensarlo dos veces decidí dejarlo en las manos de Dios, y así hasta el día de hoy, a 8 días de la selectividad. Este mes, que ya está llegando a su fin, no lo he tenido fácil, esos momentos que todos tenemos de no poder más, de agobios, de desconfianza, y de decir ¿y ahora qué quieres de mí Señor? A pesar de esto, tenía la seguridad de que donde acababan mis fuerzas, empezaban las de Él, así que no tenía por qué preocuparme, (aunque sea algo que muchas veces olvidamos), y es que ¡es verdad! si tienes a Cristo lo tienes todo. Otra de las cosas que he visto es que mis tiempos no son los suyos, que mi cruz es su cruz, teniendo la seguridad de que nunca he estado sola. Esta situación es en medio de los estudios, pero puede ocurrirnos en cualquier otro momento de nuestra vida. ¿Sabéis? No sé como terminaré, pero si de algo estoy segura es de que Dios siempre marca la diferencia, que hace lo que sea para salirse con la suya, cumpliendo su plan y que las bendiciones recibidas son mayores que estos momentos de caídas, en los que nos creemos que no podemos o en momentos de satisfacción, en los que vemos que hemos sido nosotros solos los que hemos conseguido todo lo que tenemos. Sin Cristo, el fruto de cualquier lucha será cansancio, con ganas de dejarlo, tratándonos como inútiles. En cambio, con Él… Ya sabéis… Todo lo puede en él quien nada puede. Y no consiste en seguir unas normas, ¡no!, consiste en dejarse amar y fiarse de tu único y verdadero Dios. Nosotros mostramos nuestro esfuerzo personal y por otra parte nuestra confianza en Dios, con la seguridad de que Él no nos deja. Y recordad lo que nos dice «¿por qué os asustáis, hombres de poca fe?», ¿por qué no te fías?, ¿por qué nos empeñamos a controlar todo?, ¿por qué nos cuesta vivir cuando no todo va bien?  Tal vez el Señor permite esta inseguridad para hacernos crecer. Lo que de verdad importa es abandonarse en sus manos, pase lo que pase, estés donde estés, porque Él solo quiere tu bien, no lo olvides, siempre va a actuar a favor tuya porque quiere ver tu felicidad y te necesita para llevarla a los demás. Hemos de aprender a abandonarnos, dejando en manos de Dios (insisto) el resultado de nuestra lucha, porque sólo la confianza en Él vence esas inquietudes. El Señor se sirve de nuestros defectos, y luchando, hemos de querernos como somos. Esto es comenzar y recomenzar con plena confianza en Dios.

A veces caemos en desánimos por apoyarnos demasiado en nuestra experiencia y poco en Jesucristo, y lo verdaderamente importante es esto, estar en su presencia para poder sentirla y vivirla. Y es que… vale la pena trabajar por y para el Señor, abandonarse en él y decir con fe y alegría: ¿Lo quieres Señor? Yo también lo quiero.  Así que ojalá sigas buscando hacer la voluntad a la que Dios cada día te llama. Así él te restaurará, te fortalecerá y algún día te mostrará el resultado de tu trabajo y esfuerzo. ¡No te lo pienses y responde a su llamada de amor con amor y alegría y Él hará el resto!

Solo me queda decirte… JESÚS CONFÍO EN TI.