En el fragmento del evangelio que acabamos de leer, Juan nos transmite las palabras de Jesús que resuenan plenamente; Él es el Pastor, es quien nos llama por nuestros nombres y nos abre la puerta para entrar a las nuevas praderas de su Reino para que así “tengamos verdadera vida y la tengamos en plenitud”. ¿Pero qué es lo que sucede hoy en día? En muchas ocasiones estamos enganchados, intoxicados escuchando diversas voces de nuestro interior. Muchas de ellas parten de un punto de vista individualista, materialista y consumista que nos llevan por un camino diferente al que el Señor nos ofrece. Así nos vemos tentados por un mundo donde la felicidad que obtenemos es momentanea, efímera, fugaz. La llamada entonces, es a no cerrar la puerta, y a escuchar la voz del Pastor que quiere lo mejor para nosotros, porque nos ama y nos insta a cruzar su puerta.

Es importante que nos centremos en esta imagen: la puerta, el Señor dice de si mismo que la puerta de las ovejas. Él conduce hacia a la vida eterna pues es quien nos abre el paso para el encuentro con Dios.

La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad. Jesús nos dice que existe una única manera de entrar en la familia de Dios, en el calor de su casa, de la comunión eterna con Él. Esta puerta es Jesús mismo, el paso hacia la salvación, es el único puente que conecta directamente con el Padre.

Hemos de insistir en alegrarnos porque el corazón de Jesús, debido a su infinito amor, nunca está cerrado, está abierto siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. ¿Por qué sabéis que es lo que más mola de Jesús? Pues que no excluye a nadie. Tal vez alguno de vosotrxs podrá pensar: “Buah, con la de veces que me he pasado de la raya seguramente yo estoy excluidísimo, seguramente soy pecador y las puertas no están abiertas para mí”. Pues bien, repito y esta vez escuchad con atención: SIN DISTINCIONES ¡No, claro que no estás excluido! Y es que lo más increible de toda esta historia es que precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para apretarte tan fuerte que no sientas nunca más la necesidad de dejarle, de irte de su lado. No tengas miedo de verdad, Él te espera.

Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos estamos invitados a cruzar ese umbral de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en la nuestra, para que la revolucione por completo, la destruya cual templo de Jerusalen y la reconstruya de nuevo desde las ruinas, con unos cimientos duraderos que nos aporten la verdadera felicidad. Debemos ser fuertes y seguirlo, como una oveja sigue a su pastor, confiados y obedientes para entrar por la Puerta prometida. No basta con ser un buen ser humano, no basta con realizar acciones que ayuden al prójimo, sino que debemos estar en constante comunicación y conversación con nuestro Señor, porque al estar familiarizados con su voz, estaremos más preparados para huir de las voces del lobo, del falso Dios que nos quiere engañar y sacar del camino seguro, del ladrón del que habla Jesús que hoy por hoy, en el mundo actual oimos una y otra vez.